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Se reivindica -siguiendo la maestría del Santo Padre a Ratisbona (2006), La Sapienza (2008), Westminster (2010) y Berlín (2011),- el papel sustantivo de la teología en la Universidad, y la racionalidad como fundamento para el diálogo religioso, político, ético y filosófico. Más todavía: se defiende, apoyándose en palabras de Benedicto XVI, la racionalidad de la fe, bien lejos de dos extremos: de un lado, el racionalismo que pretende que hace falta entender para creer (intelligo ut credam); y bien lejos también del fideísmo, que considera que la razón ha contaminado la fe cristiana y es como la prostituta de Babilonia. La conjunción deambas, es decir, de la fe y la razón -inconfuse et inseparabiliter- es garantía querida por Dios para la difusión del evangelio de Cristo y para la perseverancia en las buenas obras... con la ayuda de la gracia, desde luego. A pesar de todo el que se ha dicho y se ha escrito a lo largo del siglo XX, es la hora de ensalzar la inteligencia como el regalo más grande que la natura humana ha recibido de Dios Nuestro Señor cuando la creó. ¿Cómo podía ser, pues, que para ser gratos a Dios hubiéramos de aplastar, pisar y reducir a cenizas aquella virtualidad de nuestro ser que tan inmediatamente reflejal Creador? De ninguna manera: sería una gran tontería!